ELLA A VECES…
(A mi madre)
Y vive tan extraña, tan lejos de nosotros
que se enredan las nubes en sus negras pestañas;
vive como tejiendo tan finas telarañas
que a veces se le escurren estrellas en los ojos.
Si sonando la hallamos, en los ocasos rojos,
percibimos su imagen con mil luces extrañas
que se encienden, a veces, narrando las hazañas
de seres celestiales ajenos a nosotros.
Encontraría es a veces como hallar un perfume
extraviado en la brisa, casi un barco dormido.
Ella consulta y lee la sombra de las flores
para saber el nombre del mal que la consume.
Comprendo por qué vive ansiosa de otro nido,
esperando otro cielo y otros días mejores.
UNA REDOMA
Y somos una breve pesadilla,
apenas un temblor de hojas al viento,
la nube de vapor de un frio aliento,
una hojarasca muda y amarilla.
Y somos de la muerte la semilla;
el rostro del pesar y el desaliento,
un polluelo sin voz, sin alimento,
que no alcanzo a volar. Canción sendilla
que no encontró la frágil caracola
que repitiera su dolor, sus preces.
Y somos de este mar la última ola
que se viste de encaje y ríe a voces.
Somos una palabra triste y sola,
una redoma donde mueren peces.
MI POZO
Restara de quien soy tan solo un pozo,
no muy profundo, pero si sombrío;
porque quise ser árbol o ser no
y no pude salvarme del destrozo.
Todo lo que perdí me brindo gozo;
todo lo que gane me daba frio;
fui durante la vida un gran vacío,
una grande oquedad puro sollozo.
En mis aguas moraban las estrellas
cuando el sol se marchaba, solo ellas
conocian mi incendio de ansiedades,
la mirada interior que poseía,
la saya de dolor con que investía
mi pozo desbordado en soledades.