El sinsonte Con su canto. . .
Preciso al amanecer
Estando la luz escasa,
Llega un sinsonte a mi casa
Que nos llena de placer.
Su melódico saber
Y constante sinfonía,
Hecha, con cierta alegría
–Inaudita en su prisión,–
Nos llega hasta el corazón
Para iluminar el día.
La jaula le queda estrecha,
Cuando de cantar se trata
Quizás una serenata
Para endulzar cada fecha.
De un sonido, cada endecha
Se nutre de nuevas cosas,
Y sus notas armoniosas
Nos regala tiernamente,
Tratando, constantemente
De darle vida a las rosas
Cuando silbas, el repite
A su forma tal sonido,
¡! Que magistral en tu oído
Cada sincopa que emite!
No hay instrumento que imite
La tierna sonoridad
Que aligera tu ansiedad,
Que tus espacios los llena,
Con esa música buena
Que da la felicidad.
Como es posible que un ser
Tan pequeño, sin estudios,
Nos regale esos preludios
Capaz de satisfacer
El más sensible saber,
Si carente de alegría,
Esperas que llegue el día.
Sin embargo, gusta tanto
Al contagiarnos de encanto
con su sana canturía.
Aquí, un espacio del monte
Nos cobija con su alero,
Pero no tiene un coplero
Que cante como el sinsonte
Preso, sin otro horizonte.
Cuando de su jaula estrecha,
Su Voz, sale satisfecha
Aparentemente clara
Como si aquel que cantara
No conociera su endecha.
Pobre sinsonte cantor.
Como alegrarle la vida,
O hacer más entretenida
La vida a su alrededor.
–Sabrá acaso que es calor?
–tiene comprensión del frio?
¡! Ay, si pudiera Dios mío,
Libertarlo lo, protegerlo,
Porque, cuanto duele verlo
Tan alegre, y tan sombrío!..