CARIBE
Hondo misterio de empinadas olas
al torpe albur de vientos colosales;
vientre feliz preñado de corales
donde el tritón practica sus cabriolas;
corsario audaz de tiempos ancestrales
que cuenta hazañas a las caracolas;
puerto final de naves españolas
tras sueños de oro en selvas tropicales;
ojos de espuma; piel de azul espejo;
guardián celoso de un secreto añejo;
engendrador de tantas maravillas:
tu nombre evoca cálidas leyendas
de un dios sensual que colecciona ofrendas
en el altar de sol de las Antillas.
CURSO DE EROS
Como una fuente borboteante y pura
brotó el Amor del cáliz de mi vida,
y en arrebato insano de suicida,
abalanzóse hacia tu alma oscura.
Bañó tu piel vestida de armadura
en vano intento de atenuar tu herida,
mas al palpar la carne enardecida,
quedóse inmóvil sobre tu cintura.
Y allí durmióse, ahogado en largo llanto,
bajo la helada garra del espanto
y a las voraces puertas del averno.
Pasan los años, y Eros se debate,
mientras aguarda el próximo combate,
entre la luz fugaz y el Sol Eterno.
REMEDIO SANTO
Tu risa se clavó como una espina
en medio de mi pecho desmedrado
[tu risa es sólo un dardo envenenado
que vuela con disfraz de golondrina].
Reías como fuente cantarina,
tratando de anotarte otro pecado
[tu risa es un hechizo almibarado
que lleva sobredosis de morfina].
Así es que, alucinada con tu risa,
no tuve compasión de mi camisa
manchada de dolor: la eché en el lodo.
Rasgué mi piel desnuda de malicia
y, con la misma mano que acaricia,
ahogué mi corazón… ¡espina y todo!