TE PROHÍBO LA TRISTEZA
Te prohíbo la tristeza.
Te prohíbo que en tus ojos
hagan nido los enojos
de cualquier naturaleza.
Incólume, de una pieza
habrá de ser tu talante,
y que en sonrisa galante
en tu cara la mañana
dibuje por la ventana,
del sol su efigie radiante.
Te prohíbo que la pena
te señale otro camino
que no sea el diamantino
de la más áurea cadena.
El hada por ser tan buena
te llevará de la mano,
te dará el calor hermano
que entre su manto, en los pliegues,
conserva para que juegues
al puro amor soberano.
Te prohíbo que en el llanto
encuentres alivio alguno.
Que no sea inoportuno
el mínimo desencanto.
Que por vez, de tanto en tanto,
vuelvas a ubérrima fuente
para encontrar que presente
los celestiales sonidos
están, y por tus oídos
te arrullarán dulcemente.
Y asimismo te prohíbo
olvidar por un instante
el latido acompañante
que desde aquí yo percibo.
Si te escribo, es porque escribo
estas líneas como prenda;
permíteme que se encienda
el cirio de la pureza,
que es de la naturaleza
de donde nace esta ofrenda.
Una respuesta a “Jerónimo Castillo”